O texto que que se segue, sobre o físico soviético Lev Landau, vencedor do prémio nobel da física em 1962, foi extraído do 5º capítulo da obra na sua versão em castelhano (Agujeros Negros y Tiempo Curvo: El escandaloso legado de Einstein). O livro é muito recomendável não só, obviamente, pelo seu conteúdo histórico como científico.
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La publicación de Landau sobre los núcleos de neutrones era realmente un grito pidiendo ayuda: las purgas de Stalin se hallaban en pleno apogeo en la URSS y Landau estaba en peligro. Landau esperaba que dando un golpe de efecto en los periódicos con su idea del núcleo de neutrones podría protegerse del arresto y la muerte. Pero Tolman y Oppenheimer no sabían nada de todo esto. Landau estaba en peligro debido a sus anteriores contactos con los científicos occidentales. Poco después de la Revolución rusa, la ciencia había sido objeto de atención especial por parte de la nueva dirección comunista. El propio Lenin había impulsado una resolución del Octavo Congreso del Partido Bolchevique en 1919 eximiendo a los científicos de los requisitos de pureza ideológica: «El problema del desarrollo industrial y económico exige el inmediato y amplio uso de expertos en la ciencia y la tecnología que hemos heredado del capitalismo, pese al hecho de que ellos están inevitablemente contaminados con ideas y costumbres burguesas». Especial interés merecía para los líderes de la ciencia soviética el penoso estado de la física teórica soviética, de modo que, con la bendición del Partido Comunista y del Gobierno, los jóvenes teóricos más brillantes y prometedores de la URSS fueron llevados a Leningrado (San Petersburgo) para realizar algunos años de estudios de postgrado, y luego, después de completar el equivalente a un doctorado en física, fueron enviados a la Europa Occidental para uno o dos años de estudios postdoctorales.
¿Por qué estudios postdoctorales? Porque en los años veinte la física se había hecho tan compleja que una formación al nivel de doctorado no era suficiente para dominarla. Para promover estudios complementarios se había establecido un sistema de becas postdoctorales a nivel mundial financiado principalmente por la Fundación Rockefeller (ventajas de las aventuras petrolíferas capitalistas). Cualquiera, incluso los fervientes marxistas rusos, podía competir por tales becas. Los que las obtenían eran denominados «becarios postdoctorales» o simplemente «postdocs».
¿Por qué la Europa Occidental para estudios postdoctorales? Porque en los años veinte Europa Occidental era la meca de la física teórica; allí residían casi todos los físicos teóricos sobresalientes del mundo. Los líderes soviéticos, en su desesperación para trasvasar la física teórica de la Europa Occidental a la URSS, no tenían otra elección que enviar allí a sus jóvenes teóricos para su formación, pese a los peligros de contaminación ideológica.
De todos los jóvenes teóricos soviéticos que hicieron el camino de Leningrado, luego Europa Occidental, y después la vuelta a la URSS, quien iba a tener con creces la mayor influencia en la física era Lev Davidovich Landau.
(…)
A su regreso a Leningrado en 1931, Landau, que era un ardiente marxista y patriota, decidió centrar su carrera en transferir la moderna física teórica a la Unión Soviética. Tuvo un éxito enorme, como veremos en capítulos posteriores. Poco después del regreso de Landau cayó el telón de acero de Stalin, haciendo casi imposibles nuevos viajes a Occidente. Como recordaba más tarde George Gamow, un condiscípulo de Landau en Leningrado, «La ciencia rusa se ha convertido ahora en un arma para combatir al mundo capitalista. Igual que Hitler estaba dividiendo la ciencia y las artes en campos judío y ario, Stalin creó la noción de ciencia capitalista y ciencia proletaria. "Confraternizar" con los científicos capitalistas [se estaba convirtiendo en] ... un crimen para los científicos rusos».
El clima político pasó de ser malo a ser horroroso. En 1936, Stalin, habiendo acabado ya con 6 o 7 millones de campesinos y kulaks (terratenientes) en su colectivización forzosa de la agricultura, inició una purga de varios años de duración de los líderes políticos e intelectuales del país, una purga ahora conocida como el Gran Terror. La purga incluyó la ejecución de casi todos los miembros del Politburó original de Lenin, la ejecución o desaparición forzosa, para no volver a ser vistos, de los jefes supremos del Ejército Soviético, cincuenta de los setenta y un miembros del Comité Central del Partido Comunista, muchos de los embajadores en el extranjero, y los primeros ministros y los funcionarios principales de las repúblicas no rusas. En niveles inferiores, aproximadamente 7 millones de personas fueron arrestadas y encarceladas, y 2,5 millones murieron —la mitad de ellos intelectuales, incluyendo un gran número de científicos y algunos equipos de investigación completos. La biología, la genética y las ciencias agrícolas soviéticas quedaron destrozadas.
A finales de 1937 Landau, entonces un líder de la investigación en física teórica en Moscú, sintió que el calor de la purga se le acercaba. Presa del pánico buscó protección. Una posible protección podría ser el centrar la atención pública sobre él como un eminente científico, así que buscó entre sus ideas científicas una que pudiera suponer un gran golpe de efecto en Occidente y en el Este al mismo tiempo. Su elección fue una idea en la que había estado meditando desde principios de los años treinta: la idea de que las estrellas «normales» como el Sol podrían tener estrellas de neutrones en sus centros: núcleos de neutrones como les llamó Landau.
(....)
En realidad, Landau había elaborado ya en 1931 una versión más primitiva de su idea del núcleo de neutrones. Sin embargo, el neutrón no había sido descubierto aún entonces y los núcleos atómicos habían constituido un enigma, de modo que la captura de átomos por el núcleo en su modelo de 1931 hubiera liberado energía mediante un proceso totalmente especulativo —un modelo basado en una sospecha (incorrecta) de que las leyes de la mecánica cuántica podían fallar en los núcleos atómicos. Ahora que el neutrón se conocía desde hacía cinco años y las propiedades de los núcleos atómicos empezaban a entenderse, Landau pudo hacer su idea mucho más precisa y convincente. Presentándola al mundo con un gran golpe publicitario podría desviar el fuego de la purga de Stalin.
A finales de 1937 Landau concluyó un manuscrito donde describía su idea del núcleo de neutrones; para asegurarse de que recibiría la máxima atención pública dio una serie de pasos poco usuales: la sometió para publicación, en ruso, a las Doklady Akademii Nauk (Comunicaciones de la Academia de Ciencias de la URSS, publicadas en Moscú), y paralelamente envió una versión inglesa a Niels Bohr, en Copenhague, el mismo famoso físico occidental al que Chandrasekhar había apelado cuando Eddington le atacó. (Bohr, como miembro honorario de la Academia de Ciencias de la URSS, era más o menos aceptable para las autoridades soviéticas incluso durante el Gran Terror.) Con su manuscrito, Landau envió a Bohr la siguiente carta:
Moscú, 5 de noviembre de 1937
Querido señor Bohr:
Adjunto un artículo que he escrito sobre la energía estelar. Si tiene sentido físico para usted, le pido que lo envíe a Nature. Si no es mucha molestia para usted, me gustaría mucho saber su opinión sobre este trabajo.
Con mi agradecimiento más profundo.
Suyo, L. Landau
(…)
Landau tenía amigos en altos puestos —lo bastante altos para disponer que, tan pronto como se recibiera la noticia de que Bohr había aprobado su artículo y lo había enviado a Nature, se le enviaría un telegrama de parte del consejo editorial de Izvestia. (Izvestia era uno de los dos periódicos más influyentes de la URSS, un periódico editado por y en nombre del gobierno soviético.) El telegrama salió el 16 de noviembre de 1937 y decía:
Por favor, infórmenos de su opinión sobre el trabajo del profesor Landau. Telegrafíenos, por favor, su breve conclusión.
Consejo editorial, Izvestia
Bohr, evidentemente algo intrigado y preocupado por la petición, respondió desde Copenhague el mismo día:
La nueva idea del profesor Landau sobre los núcleos de neutrones de las estrellas masivas es muy prometedora y del más alto nivel. Les enviaré con gusto una corta evaluación de ella y de otros diversos trabajos de investigación de Landau. Por favor, infórmenme más exactamente del fin para el que necesitan mi opinión.
Bohr
El consejo de Izvestia respondió que deseaban publicar la evaluación de Bohr en su periódico. Lo hicieron precisamente el 23 de noviembre, en un artículo que describía la idea de Landau y la alababa con fuerza:Este trabajo del profesor Landau ha despertado gran interés entre los físicos soviéticos, y su idea central da nueva vida a uno de los procesos más importantes en astrofísica. Existen muchas razones para pensar que la nueva hipótesis de Landau resultará ser correcta y dará soluciones a toda una serie de problemas no resueltos en astrofísica ... Niels Bohr ha hecho una evaluación extremadamente favorable del trabajo de este científico soviético [Landau], diciendo que «La nueva idea de L. Landau es excelente y muy prometedora».
Esta campaña no fue suficiente para salvar a Landau. A primeras horas de la mañana del 28 de abril de 1938, llamaron a la puerta de su apartamento y se lo llevaron en una limusina negra oficial mientras su futura mujer Cora observaba aturdida desde la puerta del apartamento. El destino que habían corrido tantos otros era ahora también el de Landau.
La limusina llevó a Landau a una de las más famosas prisiones políticas de Moscú, la Butyrskaya. Allí le dijeron que sus actividades como espía alemán habían sido descubiertas, y tenía que pagar un precio por ellas. El que los cargos fueran ridículos (¿Landau, un judío y un ardiente marxista espiando para la Alemania nazi?) era irrelevante. Los cargos casi siempre eran ridículos. En la Rusia de Stalin raramente sabía uno la razón real de que hubiese sido encarcelado —aunque en el caso de Landau existen indicios en los archivos del KGB: en conversaciones con colegas había criticado al Partido Comunista y al Gobierno soviético por su forma de organizar la investigación científica y por los arrestos masivos de 1936-1937 que caracterizaron la época del Gran Terror. Tales críticas se consideraban una «actividad antisoviética» y podían llevarle a uno a la cárcel.
Landau tuvo suerte. Su encarcelamiento duró sólo un año, y sobrevivió a él —aunque a duras penas. Fue liberado en abril de 1939, después de que Pyotr Kapitsa, el más famoso físico experimental soviético de los años treinta, apelase directamente a Molotov y Stalin para que le dejasen salir con el argumento de que Landau y sólo Landau, de entre todos los físicos teóricos soviéticos, tenía la capacidad para resolver el misterio de cómo se produce la superfluidez (La superfluidez había sido descubierta en el laboratorio de Kapitsa, e independientemente por J. F. Allen y A. D. Misener en Cambridge, Inglaterra, y si pudiera ser explicada por un científico soviético, esto demostraría al mundo por partida doble la potencia de la ciencia soviética.)
Landau salió de la cárcel demacrado y extremadamente enfermo. Con el tiempo se recuperó física y mentalmente, resolvió el misterio de la superfluidez utilizando las leyes de la mecánica cuántica y recibió el Premio Nobel por su solución. Pero su espíritu estaba quebrantado. Nunca más pudo resistir siquiera la más tibia presión psicológica de las autoridades políticas.
(...)
Cuando Stalin tuvo conocimiento de las explosiones de las bombas atómicas norteamericanas, se quejó enojado a Kurchatov de la lentitud del equipo soviético. Kurchatov defendió a su equipo: en medio de la devastación de la guerra, y con sus limitados recursos, el equipo no podía progresar más rápidamente. Stalin le dijo airadamente que si un niño no llora, su madre no puede saber lo que necesita. Pida cualquier cosa que necesite, ordenó, nada le será negado; y Kurchatov pidió entonces que se iniciase un proyecto intensivo sin trabas para construir una bomba, un proyecto bajo la autoridad última de Lavrenty Pavlovich Beria, el temido jefe de la policía secreta.
Es difícil hacerse una idea de la magnitud del proyecto que Beria puso en pie. Ordenó el trabajo forzado de millones de ciudadanos soviéticos procedentes de los campos de prisioneros de Stalin. Estos zeks, como se les llamaba coloquialmente, excavaron minas de uranio, construyeron factorías para su purificación, reactores nucleares, centros de investigación teórica, centros de verificación de armamentos y pequeñas ciudades autosuficientes para apoyar estos complejos. Las instalaciones dispersadas por todo el país estuvieron rodeadas de niveles de seguridad inauditos en el Proyecto Manhattan de los norteamericanos. Zel'dovich y Khariton fueron trasladados a una de estas instalaciones, en «un lugar alejado» cuya localización, aunque casi con seguridad bien conocida para las autoridades occidentales a finales de los años cincuenta, no pudo ser revelada a los ciudadanos soviéticos hasta 1990. El complejo se conocía sencillamente como Obyekt («la Instalación»); Khariton se convirtió en su director y Zel'dovich en el cerebro de uno de sus equipos clave de diseño de bombas. Bajo la autoridad de Beria, Kurchatov estableció varios equipos de físicos para estudiar, en paralelo y de forma completamente independiente, cada aspecto del proyecto de la bomba: la redundancia ofrecía seguridad. Los equipos residentes en la Instalación sugerían problemas de diseño a los otros equipos, incluyendo un pequeño equipo dirigido por Lev Landau en el Instituto de Problemas Físicos de Moscú.
Mientras este esfuerzo masivo seguía su curso inexorable, el espionaje soviético estaba consiguiendo a través de Klaus Fuchs (un físico británico que había trabajado en el proyecto norteamericano) el diseño de la bomba norteamericana basada en el plutonio. Difería algo del diseño que Zel'dovich y sus colegas habían desarrollado, de modo que Kurchatov, Khariton y compañía se enfrentaron a una difícil decisión: estaban bajo la presión insoportable de Stalin y Beria en espera de resultados y temían las consecuencias de un fracaso en el ensayo de la bomba, en una era en que el fracaso a menudo significaba la ejecución; sabían que el diseño norteamericano había funcionado en Alamogordo y Nagasaki, pero no podían estar completamente seguros de su propio diseño; y sólo poseían plutonio suficiente para una bomba. La decisión era evidente aunque dolorosa: dejarían en suspenso su propio diseño y orientarían su programa intensivo sobre la base del diseño norteamericano.
(....)
En 1949, cuando el proyecto de la bomba atómica soviética empezó a dar resultados, Stalin ordenó que todos los recursos del Estado soviético fuesen asignados, sin pausa, al programa para construir la superbomba. El trabajo de esclavos de los zeks, las instalaciones de investigación teórica, las instalaciones de fabricación, las instalaciones de verificación, los múltiples equipos de físicos dedicados a cada aspecto del diseño y la construcción, todo debía ser concentrado para intentar superar a los norteamericanos en la bomba de hidrógeno. Los norteamericanos, en pleno debate sobre si poner en marcha un programa intensivo sobre la super, no sabían nada de esto. Sin embargo, los norteamericanos tenían una tecnología superior y una ventaja de partida.
¿Por qué los físicos soviéticos construyeron la bomba para Stalin?
¿Por qué Zel'dovich, Sajarov y otros grandes físicos soviéticos trabajaron tan duramente para construir bombas atómicas y bombas de hidrógeno para Stalin? Stalin fue responsable de las muertes de millones de ciudadanos soviéticos: 6 o 7 millones de campesinos y kulaks en la colectivización forzada de comienzos de los años treinta, 2,5 millones de los estamentos superiores del ejército, el gobierno y la sociedad en el Gran Terror de 1937-1939, 10 millones de todas las capas de la sociedad en las cárceles y los campos de trabajo entre los años treinta y los cincuenta. ¿Cómo pudo cualquier físico, en buena conciencia, poner el arma definitiva en las manos de un hombre tan malvado!
Quienes plantean tales preguntas olvidan o ignoran las condiciones —físicas y psicológicas— que imperaban en la Unión Soviética a finales de los años cuarenta y comienzos de los cincuenta:
1. La Unión Soviética acababa de salir de la guerra más sangrienta y devastadora de su historia —una guerra en la que Alemania, el agresor, había matado a 27 millones de soviéticos y había convertido en terreno baldío su patria— cuando Winston Churchill disparó una primera salva de la guerra fría: en un discurso en Fulton, Missouri, el 5 de marzo de 1946, Churchill advirtió a Occidente sobre la amenaza soviética y acuñó el término «telón de acero» para describir las fronteras que Stalin había establecido en torno a su imperio. La maquinaria propagandística de Stalin exprimió todo lo que pudo el discurso de Churchill, creando un profundo temor entre los ciudadanos soviéticos acerca de un posible ataque de los británicos y los norteamericanos. Los norteamericanos, afirmaba la propaganda subsiguiente, estaban planeando una guerra nuclear contra la Unión Soviética, con cientos de bombas atómicas, transportadas en aviones y apuntadas sobre centenares de ciudades soviéticas. La mayoría de los físicos soviéticos creyeron la propaganda y aceptaron la absoluta necesidad de que la Unión Soviética crease armas nucleares para protegerse contra una repetición de la devastación de Hitler.
2. La maquinaria del Estado de Stalin fue tan efectiva en el control de la información y en el lavado de cerebro, incluso a los científicos destacados, que pocos de ellos comprendieron la maldad del hombre. Stalin fue reverenciado por la mayoría de los físicos soviéticos (incluso Sajarov), así como por la mayoría de los ciudadanos soviéticos, como el Gran Líder: un duro pero benevolente dictador que había sido el cerebro de la victoria sobre Alemania y protegería a su pueblo contra un mundo hostil. Los físicos soviéticos eran terriblemente conscientes de que el mal impregnaba los niveles más bajos del gobierno: la más leve denuncia por parte de alguien a quien apenas se conocía podía enviarle a uno a la cárcel, y con frecuencia a la muerte. (A finales de los años sesenta, Zel'dovich recordaba para mí cómo era aquello: «La vida es ahora tan maravillosa —decía—; ya nadie llama a la puerta a mitad de la noche, y los amigos ya no desaparecen para no volverse a oír hablar de ellos nunca más».) Pero muchos físicos creían que la fuente de este mal no podía ser el Gran Líder; debían ser otros por debajo de él. (Landau lo sabía mejor; había aprendido mucho en la cárcel. Pero, destruido psicológicamente por su encarcelamiento, raramente hablaba de la responsabilidad de Stalin y, cuando lo hacía, sus amigos no le creían.)
3. Aunque uno viviese una vida de temor, la información estaba tan férreamente controlada que uno no podía deducir la enormidad de las víctimas que estaba causando Stalin. Estas víctimas sólo se llegaron a conocer en la época de glasnost de Gorbachov, a finales de los ochenta.
4. Muchos físicos soviéticos eran «fatalistas». No pensaban en estas cuestiones en absoluto. La vida era tan dura que uno simplemente luchaba para seguir adelante, haciendo su trabajo lo mejor que podía, cualquiera que pudiera ser. Además, el desafío técnico de imaginar cómo hacer una bomba que funcionase era fascinante, y había cierta alegría en disfrutar de la camaradería del equipo de diseño y el prestigio y salario sustancial que producía el trabajo propio.
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